28 julio, 2006

Reincidencias Patológicas

Después del descalabro ocurrido en 1986 con el descarado fraude electoral en el estado de Chihuahua y los intentos informativos de TELEVISA por alterar la realidad de lo que estaba ocurriendo, escándalo que derivó en la caída de Jacobo Zabludovsky, ocho años después TELEVISA tuvo de nueva cuenta una oportunidad dorada para informar en vez de desinformar, para dar la noticia tal y como estaba sucediendo. Ello ocurrió cuando tuvo lugar el levantamiento armando en Chiapas el primero de enero de 1994, justo al empezar el año. Pero en vez de dar la noticia, de nueva cuenta cayó en sus vicios malsanos de siempre, dando la noticia desde el punto de vista oficial, actuando como maquinaria propagandística al servicio pleno del Presidente Carlos Salinas de Gortari. Como consecuencia de esto, después de que se decretó un alto al fuego por ambas partes, el día histórico en que se abrieron pláticas formales entre el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y el gobierno -el 21 de febrero de 1994-, el EZLN le propinó a TELEVISA un duro golpe que el consorcio no había recibido jamás: la vetó de estar presente en la apertura de pláticas. Y he aquí que TELEVISA, la empresa que viendo siempre por sus propios intereses ha llevado a cabo sin parar una lucha en contra de la piratería con su lema "Dí no a la piratería", no tuvo reparo en piratear cínicamente la señal de otra empresa televisora que sí contaba con la autorización del EZLN de cubrir el evento. En su libro “El PRInosaurio: La bestia política mexicana”, Manú Dornbierer comentó:

El segundo día, después de bromear, señalando que la vetada Televisa se roba la señal e instar a la empresa a “decir no a la piratería”, Marcos, serio, hizo un discurso que produjo un nudo en la garganta de su auditorio.

En cuanto a Televisa -manipulador y tergiversador perico político del PRInosaurio (según confesión de su propio dueño, Emilio Azcárraga), tribuna de los intereses más ricos y de las ideas más retrógradas e inmorales, el mayor y más tecnificado medio de desinformación del mundo, máquina “apendejadora” oficial del pueblo de México -es algo que los mexicanos le debemos agradecer muy especialmente al EZLN. Las voces aisladas, largamente ignoradas, que se alzan desde hace mucho contra Televisa nunca tuvieron ni la milésima parte del eco que tuvo el veto de la Selva.

Tras estos descalabros y tras la caída constante en su teleauditorio, cualquiera diría que los fracasos deberían de haber servido como escarmiento para obligar a TELEVISA a corregir su camino, aprendiendo las duras lecciones del pasado. Pero tal parece que la línea editorial adoptada desde los tiempos de la dictadura priista se resiste a morir. De acuerdo a muchos críticos, la cobertura dada por TELEVISA a las elecciones presidenciales del 2006 han confirmado que los vicios viejos son duros de matar.

Hablemos de cosas de las que no habla TELEVISA. Si con años de anticipación se estuvo fraguando una elección de Estado, seguramente los servicios que podía ofrecer TELEVISA al PAN-Gobierno como forjador de opinión fueron tomados en cuenta por los estrategas de derecha (panistas) y los estrategas de ultraderecha (Yunquistas) operando detrás de Felipe Calderón. Y la estrategia general, estaría dividida en dos vertientes: la estrategia antes del 2 de julio, basada en la promoción del voto del miedo asustando a los electores presentando al candidato de la izquierda como un ser monstruoso y abominable que solo podía llevar al país entero a la crisis y al desempleo, y la estrategia después del 2 de julio, presentando el “triunfo” de Felipe Calderón como hecho consumado e inevitable barriendo bajo la alfombra todas aquellas cuestiones incómodas para los reclamos de triunfo del candidato presidencial panista.

Ciertamente, desde antes de que se llevaran a cabo las elecciones del 2006, TELEVISA dentro de su programación normal -y en violación abierta a lo que estipulan las leyes electorales- ya había adoptado de motu propio una postura abiertamente a favor del candidato oficial Felipe Calderón, como lo señala un artículo publicado por EL UNIVERSAL el 18 de julio del 2006. Sin embargo, no hablaremos de esos golpes bajos indignos de un medio de comunicación que ha usurpado una parte importante de un recurso natural público -el ancho de banda del espectro de radiofrecuencias asignadas a TELEVISA- como presunto premio a sus componendas con el sistema. Hablaremos mejor sobre el papel desempeñado por TELEVISA como parte de la estrategia a ser llevada a cabo después del proceso electoral, después del 2 de julio. De nueva cuenta, como lo hizo cuando se declaraba abiertamente priista, algo que TELEVISA podía hacer para favorecer a Felipe Calderón era ocultar o minimizar cualquier cosa que pudiese arrojar dudas y sospechas sobre el supuesto “triunfo” de Felipe Calderón. De nueva cuenta, como en el pasado, hubo cosas que jamás fueron transmitidas por TELEVISA. Mencionaremos una, disponible en dos videos que se pueden consultar en Internet, en los cuales aparece el Doctor Víctor Romero del Instituto de Física de la UNAM exponiendo argumentos científicos sobre el comportamiento atípico (altamente improbable) de las cifras que fueron apareciendo en las pantallas del IFE el domingo 2 de julio y, una vez más, el miércoles 5 de julio, despertando al decir del analista Lorenzo Meyer al viejo monstruo de la desconfianza, alimentando en muchos la sospecha de una interferencia deliberada en el sistema de cómputo del IFE a favor del PAN. Dada la complejidad de las ecuaciones matemáticas, no es posible entrar aquí en una discusión a fondo sobre el análisis llevado a cabo por el Doctor Romero, pero la observación resultante equivale a un señalamiento como el siguiente: si arrojamos una moneda al aire con el objeto de hacer una apuesta, entonces debe haber una cantidad igual de probabilidades de que esa moneda caiga de frente (cara) o que caiga de espaldas (águila, cruz). Pero si arrojamos la misma moneda al aire cien veces, y las cien veces cae del mismo lado, entonces empezamos a sospechar que hay algo sumamente raro en esa moneda. Las leyes de la estadística no impiden que una moneda arrojada cien veces al aire caiga siempre del mismo lado, eso puede ocurrir, es un acontecimiento posible. Sin embargo, es altamente improbable que tal cosa suceda, a menos de que la moneda esté cargada. Resulta interesante observar que, en sus comentarios vitriólicos, los detractores del Doctor Romero (presumiblemente, todos ellos panistas o neo-panistas o Yunquistas) simplemente se han limitado a atacarlo de forma grosera (llamándolo “un pobre pendejo”, acusándolo de partir de “supuestos falsos”, etc.), pero en ningún momento han presentado un contra-argumento científico para rebatirlo, lo cual huele mucho al fanatismo ciego que se inculca dentro de la propaganda de la extrema derecha mexicana que pone a dudar a sus seguidores inclusive hasta de la confiabilidad de las matemáticas.

En su editorial publicado el 30 de julio del 2006, el articulista Víctor Orozco propone un experimento interesante que el lector puede llevar a cabo, para darse una idea sobre lo que estuvo sucediendo detrás de las cifras extrañas del IFE que el mismo IFE ahora defiende a capa y espada sin tener bases científicas para ello:

Respecto a los datos que fue ofreciendo esta autoridad electoral, primero a través del Programa de Resultados Preliminares y después del conteo de los votos que se hicieron en los distritos electorales, haga usted un experimento muy sencillo. Coloque en una caja 100 boletas o pequeños papeles: 35 con el nombre del PAN, 35 con el del PRD; 22 con el del PRI, 4 con el de alternativa, 1 con el del PANAL y 4 con el de anulados. Dóblelos cuidadosamente y luego empiece a sacar uno por uno al azar y vaya apuntando en un cuadro de una hoja de cálculo el resultado para cada partido, en números absolutos y relativos. Al final haga una gráfica lineal que ilustre las tendencias porcentuales al menos de los tres partidos principales. Sin duda alguna encontrará que las líneas correspondientes al PAN y al PRD, indefectiblemente se cruzan, tienen altas y bajas, hasta que se junten en el 35%. La del PRI invariablemente se comportará de la misma manera, con subidas y bajadas, hasta llegar a su límite de 22%. Cuantas veces haga el experimento encontrará el mismo comportamiento irregular de las tendencias. En cambio, las gráficas derivadas de los resultados que ofreció el IFE el 2 y el 6 de julio, respecto al PRD y al PAN, son perfectamente simétricas, “curvas espejo” como le llaman los expertos en estadística, imposible de que se produzcan cuando se alimenta un cuadro con datos aleatorios. Cada ascenso de Calderón se corresponde exactamente con un descenso de López Obrador, de la misma magnitud ambos. Luego, la del PRI, permanece casi como una línea recta sin mostrar ningún cambio. Mantener tales tendencias, cuando el universo es de 42 millones de votos, equivaldría, como varios lo han dicho, a sacarse la lotería diez veces seguidas.

Esto no prueba, desde luego, que Felipe Calderón haya tenido menos votos de los que se dice o que López Obrador haya tenido más. Lo que sí prueba es que las bases de datos del IFE, en ambos casos, fueron alimentadas discrecionalmente, no al azar y siguiendo ciertos patrones, es decir, que se manipuló la información proporcionada al público. ¿Cómo se hizo esto? Varios matemáticos nacionales y extranjeros han dicho que es posible a través de técnicas complejas como el uso de algoritmos. Tengamos o no los conocimientos necesarios para explicarnos estos procedimientos, la evidencia que salta a la vista es el acomodamiento de los números. Hasta hoy, ni los voceros del Consejo General del IFE, ni sus defensores, han refutado estos argumentos. Todos los que no los aceptan, se limitan a decir que es imposible una manipulación de esta magnitud. Los hechos, tercos, sin embargo allí están, para el que quiera conocerlos.

Con estas maniobras, se ha perdido la credibilidad de la institución encargada de organizar las elecciones y ello nos ubica en el supuesto de que si una autoridad es capaz de malinformar a la ciudadanía con el obvio propósito de implantar la imagen de un candidato triunfador, es capaz también de cualquier otra acción. Incluyendo el fraude electoral.

Si el miércoles 5 de julio del 2006 TELEVISA, con el fin de tener bien informado a su teleauditorio, hubiera sacado al aire un programa especial teniendo al Doctor Víctor Romero como anfitrión (concediéndole a los panistas el debido derecho de réplica para responder a los resultados del análisis), seguramente que las conclusiones del Doctor Romero habrían dado un giro impresionante y dramático a la opinión pública sobre la supuesta honestidad del triunfo de Felipe Calderón, poniendo a los pies del IFE y del PAN el equivalente de una bomba atómica de efectos devastadores. Pero no, esto no podía ocurrir por ningún motivo. Los ejecutivos de TELEVISA no lo habrían tolerado. Y menos cuando TELEVISA acababa de ser beneficiada hace unos cuantos meses con la aprobación de una nueva ley muy afín a sus intereses monopólicos: la “Ley Televisa”.

Además del análisis llevado a cabo por el Doctor Víctor Romero de la UNAM, varios analistas e investigadores universitarios están circulando y dando a conocer una tesis que dá sustento a las denuncias perredistas sobre un presunto fraude electoral que empañó el proceso electoral del 2006. Se le conoce como la hipótesis del “fraude hormiga”. Insistentemente, Felipe Calderón y sus aliados insisten en la imposibilidad de un fraude electoral que involucre a todos los funcionarios de casilla que participaron en las elecciones, lo cual es indiscutiblemente cierto. Pero ni López Obrador ni el PRD han afirmado jamás que en el nuevo fraude hayan participado todos los funcionarios de casillas, esto es una exageración mediática de los panistas para desvirtuar los reclamos de los perredistas. Sin entrar en los detalles matemáticos de la hipótesis del “fraude hormiga”, bastará con mencionar que la frase está inspirada en una práctica conocida como el “contrabando hormiga”. Nadie podrá negar la existencia de una cantidad enorme de mercancía que ha entrado ilegalmente al país -últimamente de procedencia china- cuya presencia es obvia con una visita a cualquiera de los comercios ambulantes de alguna zona como Tepito. Pero esta mercancía no entró ilegalmente al país al mismo tiempo por la misma ruta en un operativo involucrando a cientos de trailers, uno detrás del otro. Ningún contrabandista profesional sería tan estúpido como para hacer algo así. El secreto del éxito consiste en introducir un poco aquí, un poco allá, sobornando aquí, sobornando allá, todo repartido de modo tal que inclusive si el contrabando es detectado e incautado en algunas de las partes por donde entró, la pérdida no afectará en gran parte al negocio del contrabandista. El secreto del éxito radica en que, con un poco aquí y un poco allá, sobornando aquí y sobornando allá, se pueden juntar esas cantidades enormes de mercancía de contrabando con las que se está inundado al país. La única forma de detectar las casillas en las cuales se pudiera haber practicado el “fraude hormiga” -y dar con los culpables de tal fraude en las casillas en donde se haya cometido poniendo un operativo de este calibre al descubierto- es haciendo un recuento voto por voto de aquellas casillas en donde haya inconsistencias, acumulando evidencias e inclusive fincando cargos por delitos electorales. Pero esto es precisamente a lo que se opone tenazmente el PAN. Si hemos de darle gusto a Felipe Calderón y a sus asesores Yunquistas, entonces habría que aceptar los resultados del 2 de julio del 2006 tal como están, sin recuento alguno. Y tras esto, transcurridos algunos meses, aceptar con resignación el acto final de echarle un cerillo a los paquetes electorales para prenderle fuego a todo y borrar así cualquier evidencia que pudiera haber habido sobre la ejecución de un fraude (ésto último es precisamente lo que ocurrió con las boletas electorales de las elecciones de 1988, las boletas de la famosa “caída del sistema”, un acto de vandalismo oficial reminiscente de prácticas condenables del pasado que los mismos líderes fundadores del PAN de antaño habrían reprobado duramente.)

Nadie encontrará mención alguna sobre la tesis del "fraude hormiga" en ninguno de los motores de búsqueda de las páginas Internet de TELEVISA, porque en TELEVISA simple y sencillamente estas noticias nunca se dan, nunca se cubren, y menos cuando pueden arrojar sospechas sobre el presunto triunfo de un candidato oficialista.

Además de incurrir en el ocultamiento selectivo de información, TELEVISA adoptó casi de inmediato la misma línea propagandística del PAN para legitimar extralegalmente a Felipe Calderón dándole el trato de un Presidente electo, a sabiendas de que corresponde al Tribunal Federal Electoral proclamar Presidente electo a uno de los candidatos, todo como parte de la estrategia de presentar el “triunfo” de Felipe Calderón como un hecho “consumado e irreversible” pese a que la misma prensa europea a la que no se le puede acusar de ser “pro-López Obrador” ha instado al recuento de votos pedido por el Partido de la Revolución Democrática. Sobre ésto último, el afamado editorialista Francisco Cárdenas Cruz dijo lo siguiente:

Los “estrategas” del que fue candidato presidencial del PAN siguen exhibiendo su inexperiencia y desconocimiento de la realidad al estarle organizando actos con “dirigentes obreros” que si bien ostentan esos cargos no se representan ni ellos solos. Así ocurrió con el que tuvo con el aún diputado priísta Víctor Flores, presidente en turno de ese cascarón que es hoy el Congreso del Trabajo, al que no asistieron ni Joaquín Gamboa Pascoe ni Carlos Romero Deschamps, líderes de la CTM y del Sindicato de Trabajadores Petroleros. Lo peor, sin embargo, fue esa reunión en la que supuestamente el Sindicato Mexicano de Electricistas, uno de los más combativos y radicales del movimiento obrero, le brindó “su respaldo”. Se trató de un encuentro de Calderón con un trabajador electricista jubilado, Gastón Sáenz, que ni es dirigente ni representa al SME, como los actuales y verdaderos líderes que encabeza Martín Esparza Flores y que lo precisaron en un desplegado de prensa. Y eso, sin contar con el encuentro que el panista michoacano tuvo con la Alianza Sindical Mexicana, ese membrete que agrupa a los “sindicatos blancos”, cuya creación atribuye el movimiento obrero democrático a los secretarios de Gobernación y del Trabajo.

Lamentablemente, la reincidente propensión de TELEVISA a desinformar poniéndose al servicio incondicional del gobernante en turno a cambio de los privilegios desmedidos que recibe, la ha puesto en la misma situación que un paciente terminal cuyo tumor canceroso a crecido a grado tal que no es posible ya remover al tumor sin matar al paciente.


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POST SCRIPTUM:


Como consecuencia de un ataque coordinado lanzado a través de El Noticiero de TELEVISA conducido por Joaquín López-Dóriga, un editorialista indignado elaboró la siguiente reseña que retrata bien la incapacidad total y absoluta de TELEVISA de poder convertirse algún día en un medio de comunicación serio, objetivo y responsable como la cadena CNN en los Estados Unidos:

López Dóriga, la inmoralidad mediática
Javier Sicilia
Agencia APRO
13 de diciembre del 2010

Poco antes de la maquillada transición democrática, cuando el gobierno señoreaba abiertamente al país como una dictadura, los medios noticiosos –en particular los de Televisa, encabezados entonces por Jacobo Zabludovsky– estaban perdidos en los principios y en la moral. El apetito del dinero y la indiferencia por la dignidad habían actuado para dar a México medios cuyo único objetivo era aumentar el poder del gobierno, el lucro de las empresas mediáticas y el envilecimiento de todos.

En esos tiempos, el Excélsior de Julio Scherer y –después del golpe perpetrado por el gobierno de Echeverría– la revista Proceso, que se fundó con el apoyo de una ciudadanía indignada, eran la excepción. Sus batallas, su periodismo de investigación, su devoción por la verdad, su negativa a pactar con los poderes, no sólo mantuvieron viva la voz de la nación, sino que sentaron las bases de lo que ahora es la libertad de prensa en nuestro país.

En medio de esa libertad, Proceso, dirigida ahora por Rafael Rodríguez Castañeda, ha seguido el mismo camino y continúa siendo una referencia incómoda para el poder y para esos medios que, como los auspiciados por Televisa, no han dejado de ser lo que siempre han sido: la vergüenza de este país. No es otra cosa lo que López Dóriga –ese periodista inescrupuloso, continuador del Zabludovsky del antiguo régimen– mostró cuando –días después de la publicación del reportaje de Ricardo Ravelo Testigo estelar (Proceso 1777), y de la publicación de un capítulo del libro de Anabel Hernández Los señores del narco (Proceso 1778)– divulgó y magnificó en su noticiario que Sergio Villarreal, El Grande –testigo protegido que en el reportaje de Ravelo había manifestado conocer a Calderón a través del senador Guillermo Anaya–, decía haber dado al periodista 50 mil dólares para que guardara silencio con respecto a su persona.

Se trataba –como lo dijo el propio López Dóriga en un alarde de servilismo avalado por los periodistas que lo acompañaban en el programa Tercer Grado– no de una noticia, sino de un lección: mostrarle a Proceso, primero, que la fuente de Ravelo, El Grande, que dice conocer al presidente, se volvía ahora contra él; segundo, que si en ese caso la fuente mentía, también mentía en relación con sus declaraciones sobre Calderón y Anaya; tercero, que Proceso, el cual recurre a testimonios de testigos protegidos, se ha convertido en un semanario corrupto que tiene relaciones con el narcotráfico y que utiliza cualquier tipo de información para desprestigiar al gobierno; cuarto, que a partir de ese momento todo lo que ha dicho o diga Proceso es sospechoso de falsedad. Se trataba, bajo una moralina seudoperiodística, de linchar a Proceso, de desprestigiarlo, de reducirlo a un periodismo de calumnia, a un pasquín que dejó de ser lo que fue para mentir.

La evidencia más clara de esta bajeza está en la manera en que el propio López Dóriga manipuló los argumentos que Ravelo utilizó en su reportaje Testigos protegidos: creerles a conveniencia (Proceso 1778). Según Ravelo –palabras que el propio López Dóriga utilizó para darle esa supuesta lección a Proceso– los testigos protegidos “mienten”. Lo que, sin embargo, López Dóriga omitió es, primero, que mienten porque “en manos de las autoridades sufren presiones económicas, malos tratos y frustración”; segundo, que cuando esos mismos testigos “se refieren a funcionarios poderosos del gabinete federal no se les toma en cuenta”; tercero, que “con frecuencia los testigos protegidos se quejan de que en la SIEDO son obligados a declarar en contra de gente que no conocen…”.

Ni López Dóriga, quien sí ha difamado muchas veces para servir a sus patrones –recordemos sus ataques contra el diario Reforma por denunciar los beneficios obtenidos por Televisa y Nextel en la asignación de frecuencias radioelectrónicas y la reciente divulgación de una supuesta corrupción entre directivos de la industria farmacéutica y del Seguro Social porque así convenía a esa empresa televisiva–, ni quienes lo acompañaban en Tercer Grado tuvieron el profesionalismo de verificar si los señalamientos de El Grande sobre su encuentro con Calderón eran falsos; ni si la acusación de ese testigo protegido contra Ravelo era el producto de una coerción de la SIEDO para golpear a Proceso.

Reunidos en el foro televisivo, Dóriga, Marín, Maerker, Gómez Leyva y Micha habían dejado de ser periodistas para convertirse en los inquisidores de Proceso, en servidores de esas Iglesias degeneradas llamadas Gobierno y Televisa, y en verdugos impolutos de un periodismo que no ha dejado de denunciar sus corrupciones y desaciertos. Habían dejado de honrar la palabra, a la que un día sirvieron con dignidad, para volver al viejo objetivo de los medios verdaderamente corruptos: aumentar el poder autoritario del gobierno, el lucro de las empresas mediáticas de las que viven y el envilecimiento de todos.

A los que hacemos Proceso nunca nos ha interesado caminar apoyándonos en los pobres privilegios de los que saben arreglárselas con el poder. Nuestra ambición es y ha sido dar testimonio y gritar cada vez que es posible en nombre de aquellos a quienes los poderes aplastan. Eso, para honra de la verdad, jamás podrán acallarlo.